Cuando pensamos en la idea de ser el pueblo de Dios en la Tierra, inevitablemente reflexionamos sobre el propósito. Al final de cuentas, ¿cuál es el sueño de Dios para mí? ¿Para los jóvenes? ¿Para la iglesia? Además, ¿con qué finalidad la creó?
Comencemos entonces por aquí. Observen que el término Iglesia, en el original griego, es ekklesía (εκκλησία) que, en una traducción libre, significa “llamado para afuera”. Sucede que el tiempo pasó y nos acostumbramos a ser iglesia cuando estamos dentro del edificio. Como si ella fuera un castillo de protección contra todo lo que está en sus fronteras. No es raro invertir recursos e ideas en torno de intereses internos, cuando la expectativa de Dios es que sigamos el ejemplo de Jesús y salgamos a salvar. En el sermón del monte, Jesús afirmó que debemos ser la sal de la Tierra y la luz del mundo. Él explicó que la luz no tiene utilidad cuando se esconde y que la sal debe dar sabor, de otra manera no sirve para nada. Era así como Cristo vivía, al mezclarse con las personas de su tiempo. Durante su ministerio, él se valió de un método sencillo, pero poderoso que es necesario entender.
Elena de White lo describe: “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme” (El ministerio de curación, p.102). Demos una mirada a la metodología de Jesús.
Interactuaba con los hombres. Los evangelios presentan la vida de Jesús en torno a las personas. Ancianos, niños, hombres y mujeres. Judíos, samaritanos, fariseos y publicanos, todos tenían su atención e interés. Los creyentes e incrédulos eran atendidos de la misma manera. Jesús no evadía a las multitudes y no le importó lo que pensarían de él al estar solo con una mujer de reputación dudosa (Juan 4:1-30). Aunque frecuentaba la sinagoga (Lucas 4:16), vivió y presentó el evangelio en las grandes y pequeñas comunidades. Jesús era accesible.
Mostraba simpatía. Una persona simpática atrae a las personas, crea afinidades, conecta ideas y tiene la disposición de atender las demandas del otro. Este era Jesús. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mat. 9:36). Uno de los significados de la palabra griega
sumpáthea es “compasión”.
Atendía sus necesidades. Jesús era sensible a las necesidades de las personas. El reino de Dios, que Cristo vino a presentar y establecer, no se limita a aspectos cognitivos. Aunque la enseñanza de la doctrina sea fundamental, debe estar acompañada por actos de bondad, manifestaciones prácticas de amor que es el fundamento del evangelio (1 Corintios 13:1-3).
Se ganaba su confianza. Jesús era una persona confiable y absolutamente coherente. Las personas creían en su discurso. Cuando él terminó de predicar el sermón del monte (Mateo 5-7), las multitudes se maravillaban de sus doctrinas y Mateo explica la razón: “porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7:29). Las personas observaban en la vida de Jesús el evangelio del cual predicaba, cosa que no veían en los líderes religiosos judíos.
Invitaba a las personas a seguirlo. Este es el resultado final del método de Cristo, el llamado para ser discípulo. Observen que antes de volver al Cielo, Jesús puso a la iglesia en movimiento en la dirección de los que no lo conocían. La misión de la iglesia es predicar el evangelio y bautizar personas de todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:18-20; Hechos 1:8). Todas las acciones que desarrollamos deben dar a las personas la oportunidad de responder el llamado de Jesús.
Las nuevas generaciones están interesadas en el propósito de las cosas. Poseen recursos intelectuales, materiales y tecnológicos que ninguna otra generación acumuló. Cuando todo se reúne en torno de los intereses del Reino de Dios; cuando las acciones de Cristo se reproducen en la vida de cada cristiano, el propósito de Jesús se cumple través de la iglesia.
El método de Cristo en realidad no es un método en sí mismo. Es un proceso que sucede naturalmente, a través del Espíritu Santo, en la vida de quien se asemeja al Maestro. De alguien que entendió que es la voz de Jesús en la tierra; que reproduce su carácter a través de acciones sinceras, desinteresadas y llenas de compasión; una persona que no pierde la oportunidad de compartir el mensaje. Es así como el reino de Dios se expande en el mundo.
Pr. Jairo Souza
Ministério Jovem da APaC/UCB (até 2018)