Hace algunos años atrás, leyendo un libro de Mark Finley, evangelista y escritor al cual admiro muchísimo, me encontré con una declaración que me desconcertó bastante pues me parecía simple, obvia y poco profunda. Esta decía: “No ganamos enemigos para Dios, solo amigos”. Horas más tarde y después de pensar en aquella “declaración simple y poco profunda”, concluí que simple y poco profunda no era la declaración, sino mi apreciación.
En lo personal, me gusta mucho el evangelismo y siempre ando buscando la mejor forma de cumplir la misión a fin de ver a Cristo regresar; y pese a reconocer mi limitada comprensión de la tarea de evangelismo, he llegado a convencerme que la declaración en cuestión nos da una clave importantísima para el cumplimiento de la misión. Es plenamente cierto: “no ganamos enemigos para Dios, solo amigos”.
Tal ha sido la impresión de esta declaración, que comenzamos a idear un método de evangelismo para el Ministerio Joven basado en este concepto, el cual denominamos RUTA DE LA AMISTAD. Antes de hablar sobre dicho método, me gustaría mencionar algunas ideas respecto del concepto “amistad”.
La palabra amistad deriva del latín “amare”, amar. De hecho, es una relación afectiva entre dos o más personas. Es un don maravilloso que trae consigo no solo buenos momentos de compañerismo, sino también valores agregados como la aceptación, comprensión, pertenencia, solidaridad, apoyo, confianza, consuelo, perdón, reconciliación, alegría y un sin número de bendiciones derivadas, con las cuales podríamos llenar muchas páginas. Con tanto valor y beneficios, no es de extrañar que la amistad no solo sea un don preciado y deseado, sino también una necesidad del género humano.
En la relación etimológica que existe entre la palabra amistad y amor, podemos decir que el plan de salvación es la manifestación más grande de amor y amistad de Dios hacia el hombre, y precisamente a través de ese amor y amistad es como Dios quiere que lleguemos al corazón de las personas a fin de compartirles el evangelio.
Elena de White reafirma esta idea en una cita que tú podrías repetir de memoria junto a mí: “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles el bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: Seguidme” (CRA 551).
Sí, el método de Cristo fue la amistad, y más que método, una actitud espontánea, sincera y progresiva, ejercida de menos a más, como un proceso, un camino o una ruta clara a seguir: desde la decisión de mezclarse con los hombres, hasta decirles “seguidme” y convertirlos en sus discípulos.
Proverbios 17:17 nos da una clave en relación a la RUTA DE LA AMISTAD: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”. Hoy vivimos en tiempos de angustia, condición muy marcada que no necesita explicación; y aunque tú y yo sabemos que en tiempos así, lo más importante es edificar nuestras vidas sobre la Roca, que es Cristo y su Verdad, lo cierto es que las personas no entienden la trascendencia e importancia de esto con relación a sus angustias, problemas y necesidades, y nosotros sin entenderlo seguimos insistiendo en ello.
De hecho, hoy se habla livianamente de tu verdad, mi verdad y la verdad de ellos; y en un mundo donde coexisten 7.000 millones de personas, coexisten también 7.000 millones de verdades, por lo que tu verdad, aunque sea LA VERDAD, termina siendo una más entre todas las existentes. Esto es más terrible aún, ya que hasta las más grandes mentiras son consideradas verdades. De hecho a nadie se le llama mentiroso, sino se le trata como alguien que ha faltado a la verdad, es decir, todas las mentiras no son mentiras en realidad, sino verdades incompletas.
En este relativismo donde todo es válido, no podemos llegar a las personas con verdades, aunque lo sean, sino acercarnos sinceramente a ellas con lo que más urgentemente necesitan: un amigo que los ame y que sea como un hermano en tiempo de angustia. Hoy debemos acercarnos a las personas para brindarles todos los beneficios y las bendiciones de la amistad verdadera que fluye de un corazón lleno de Cristo. Debemos acercarnos con todos los valores agregados de la amistad que mencionamos al principio: aceptación, comprensión, pertenencia, solidaridad, apoyo, confianza, consuelo, perdón, reconciliación, sonrisas, alegría, etc.
Sin dudas, “no ganamos enemigos para Dios, solo amigos”, ya que a un amigo no se le necesita ganar el corazón ni la confianza, porque en la verdadera amistad estos valores están incluidos. Si esto llega a ser una realidad, entonces podremos decir como Jesús: “Sígueme”, y ese será el momento preciso cuando LA VERDAD podrá ser aceptada y atesorada, porque tendrá el valor verdadero que proviene de la autoridad de quien ama verdaderamente. Por tanto, si quieres cumplir la misión y hacer discípulos te propongo algo: Deja por un pequeño instante la verdad y dedícate a seguir la RUTA DE LA AMISTAD. Sé un buen amigo, alguien que brinde abundante amor y sé un hermano en tiempo de angustia.
Ahora, en concreto, ¿cómo puedo implementar la RUTA DE LA AMISTAD? Es muy sencillo. Escoge algún amigo no adventista que tengas, estrecha tu amistad a un nivel más cercano e íntimo y comienza a integrarlo a las distintas actividades de tu diario vivir. Para esto debes ejecutar una acción clave, la invitación. Te invito al mall, te invito a la playa, te invito a jugar futbol, te invito a tomar un helado, te invito a andar en bicicleta, te invito, te invito, te invito. El asunto de todo esto es compartir y pasar tiempo junto de manera sincera y espontánea, con el objetivo de testificar no con palabras sino con un estilo de vida cristiano. Juntamente con esto, es importante añadir, poco a poco, algunas invitaciones a actividades espirituales o de iglesia tales como recitales, grupos pequeños, culto joven, retiros espirituales, campamentos, o algún otro tipo de actividad especial de iglesia. También es importante considerar invitaciones a eventos del ministerio joven y del cronograma eclesiástico ya que, sin duda, en el contexto de la amistad, servirá para que el amigo no adventista vaya conociendo la iglesia y el grato ambiente que se vive en ella. Por último, elige un evento de evangelismo especial, al que puedas hacer la “madre de todas las invitaciones”, para que tu amigo pueda escuchar el llamado de Dios a entregar su vida a él. En nuestro caso, todos los jóvenes de nuestra Unión llevan a sus amigos al congreso de jóvenes, donde son invitados a aceptar a Cristo como Salvador. Como testimonio y para gloria de Dios quiero terminar diciendo que las decisiones por Cristo en nuestros congresos JA se han estado duplicando y, en algunos casos, hasta triplicando.
Hoy, con vistas a transformar este método en un estilo de vida, hemos fijado algunas actividades como hitos en el Ministerio Joven, donde invitar a los amigos no adventistas es un requisito para asistir. De hecho, hemos acuñado una frase que se ha transformado en un hastag: #YOINVITO.
Por último, quisiera dejar los pasos a seguir para implementar la RUTA DE LA AMISTAD:
- Registremos tres a cinco personas no adventistas y pidamos al Señor que sensibilice sus corazones.
- Acerquémonos a ellos con más frecuencia y consolidemos vínculos de amistad.
- Observemos quién se siente más a gusto con nosotros y a él dediquémosle más tiempo.
- Concentremos nuestras oraciones en el amigo más cercano, conozcamos sus problemas y brindémosle ayuda concreta.
- Sigamos orando y ganándonos su confianza. Luego invitémoslos a actividades de relacionamiento como campamentos, caminatas, Club de Conquistadores, recreación, grupos pequeños, camporís, congresos y fechas especiales.
- Sigamos orando por su conversión y continúa esta linda amistad, integrando a tu amigo y, ojalá, hermano al ciclo del discipulado, escuela sabática, culto joven, etc. Anímalo a hacer lo mismo por otros.
“Como pueblo, perdemos mucho por falta de simpatía y sociabilidad unos con otros” (SC 288). “El ejemplo de Cristo, al vincularse con los intereses de la humanidad, debe ser seguido por todos… no debemos apartarnos de los demás” (SC 153).
Pr. Juan Fernández
Ministerio Joven UCh