“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” (Deut. 6:6-9).
Una de las preguntas más recurrentes que me hacen los jóvenes es: ¿Seré salvo? Un día Martín, se quedó después de un culto joven, para hablar conmigo. Lo noté triste. Él preguntó: “Pastor, ¿Cómo puedo estar seguro de mi salvación?”. A lo que respondí (quizá como harían otros): “Si crees en Jesús, y lo has aceptado en tu corazón como Salvador, ya eres salvo por su gracia”. En seguida le pregunté: “¿Has sido bautizado?” Respondió que sí. Fue entonces que formuló la pregunta que realmente quería hacer: “¿Cómo puedo ser salvo con un Dios que es tan exigente?” A lo largo de la conversación, me di cuenta de que él había sido criado en una familia muy rigurosa, sobre todo en las cosas espirituales, y eso llevó a que Martín percibiera a Dios como un ser duro, severo.
Me interesé mucho en este asunto. Leyendo un poco más sobre el tema, descubrí que nuestra percepción de Dios depende mucho de nuestra familia, especialmente de la influencia que nuestros padres ejercen sobre nosotros en este aspecto. Probablemente en el futuro tengas hijos, y cuando eso suceda, en sus primeros años ellos verán a Dios a través de ti, así como tú lo viste en tus propios padres.
La Biblia, hablando acerca de la crianza de Jesús, menciona lo siguiente: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Luc. 2:52). En este contexto, Elena de White, en el libro Deseado de todas las gentes, capítulo 7 y 8, nos muestra cómo María amablemente le enseñó a Jesús las Escrituras. Ella le explicó la bondad de Dios, lo majestuoso que él es y lo perfecta que es su Ley. Al leer profundamente, nos damos cuenta, además, que María procuró que Jesús se desarrollara de manera saludable; de esta forma, sin duda Jesús veía el carácter de Dios en su madre. María es un hermoso ejemplo que nos invita a hacer lo mismo: llevar a las nuevas generaciones por “sendas de justicia” (Sal. 23:3), y hacerlo como aconseja el apóstol Pablo: “[…] aprovechando al máximo cada momento oportuno. Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno” (Col. 4:5 y 6 NVI).
Dona J Habenicht, en su libro Enséñales a amar, en el capítulo “Dios y el niño”, menciona lo siguiente: “La mayoría de los niños desarrolla sus ideas acerca de Dios desde la temprana infancia, mayormente a partir de la relación con sus padres… Los hijos de los padres autoritativos y dominantes tienden ver a Dios como un juez castigador. Los padres permisivos tienden a tener hijos que ven a Dios como un dador de regalos, que hace llover bendiciones y que él no espera nada de ellos. Los hijos de un hogar negligente ven a Dios sentado en un trono muy por encima del clamor de las necesidades diarias. Sin embargo, los padres con autoridad persuasiva tienden a representar a Dios como un amigo celestial, acogedor, pero también protector y ayudador cuando se está en problemas”.
De esta manera, cuando llegas a la adolescencia y la adultez, tu concepto de Dios es fruto de una mezcla de experiencias que tuviste con tus padres, lo que has aprendido en tu estudio de la Biblia y tu experiencia como miembro de iglesia. Tristemente, muchos al no tener una crianza ideal, sumado a malas experiencias de vida y de iglesia, pueden darte un concepto erróneo de quién es Dios, y si no nos damos cuenta de ello, puedes repetir el patrón con las nuevas generaciones. Esto, lamentablemente puede verse más acentuado aun cuando hay problemas en el hogar; divorcios o diversas formas de abuso.
Sobre este tema, hay que reconocer que como joven también recibes influencias externas que repercuten en tu comportamiento y actitudes. Un estudio menciona que para que los jóvenes se mantengan firmes en su fe, es importante que cuenten con un lugar seguro para expresar sus dudas y preocupaciones respecto a las Escrituras y su propia fe. Es muy importante que cuentes con adultos sabios que te proporcionen dirección y orientación respecto a los cuestionamientos que pudieras tener en cuanto a tu fe. Indudablemente esto lo debieras encontrar en dos lugares: tus padres y tu iglesia. Cuando estos fallan, terminas buscando entre tus pares las respuestas a tus cuestionamientos, formando de ese modo, un concepto que puede llegar a estar basado más en ideas personales que bíblicas respecto a quién es Dios para ti.
Para empezar a tener un verdadero concepto de Dios, se requiere sabiduría, pero no la que pueden dar los seres humanos. Es necesario que leas una y otra vez la Biblia para tener un concepto más amplio de quién es Dios y como actúa; así, el Espíritu Santo actuará dándote mayor comprensión. La misma Biblia nos revela cómo Dios utiliza ejemplos claros para que nosotros, como seres humanos, entendamos íntimamente cómo es Él. Uno de los textos que me impresiona por su profundidad y que te puede enseñar a conocer el verdadero carácter de Dios, es aquel que se encuentra en Salmo 27:10: “Aunque padre y madre me hayan abandonado, con todo Jehová me recogerá” (NVI). También puedes revisar algunos otros como Efesios 1:17; Colosenses 2:2; 1 Juan 3:1 y el Salmo 103:13.
También, Elena de White cuando era una joven señorita, se sentía aterrada con la idea de no estar preparada para la venida del Señor; sumando a eso, su compresión del carácter de Dios no era la mejor. Cuatro años antes de escuchar las predicaciones de William Miller, Ellen escribió: “Yo había recogido un trozo de papel en el que se mencionaba a un hombre de Inglaterra que estaba predicando en su país que la tierra sería consumida aproximadamente treinta años a partir de entonces. Yo llevé esa hoja de papel y se la leí a mi familia […] Me impresioné tan profundamente por el párrafo del trozo de papel, que apenas pude dormir durante varias noches, y oraba continuamente para estar lista cuando viniera Jesús” (Notas biográficas, p. 24). Con esos pensamientos en mente, sus padres se dirigieron a escuchar unas conferencias en Buxton, Maine. Fue allí donde ella encontró el consuelo que necesitaba y empezó a comprender mucho mejor el carácter de Dios. Luego de eso, ella escribió: “Me alentó mucho un sermón sobre el texto: ‘Entraré a ver al rey, […] y si perezco, que perezca` (Ester 4:16). Lo único que se exigía del pecador, tembloroso en presencia de su Señor, era que extendiese la mano de la fe y tocara el cetro de su gracia para asegurarse el perdón y la paz […] Arrodillada todavía en oración, mi carga me abandonó repentinamente y se me alivió el corazón. Al principio me sobrecogió un sentimiento de alarma, y quise reasumir mi carga de angustia. No me parecía tener derecho a sentirme alegre y feliz. Pero Jesús parecía estar muy cerca de mí, y me sentí capaz de allegarme a él con todas mis pesadumbres, infortunios y tribulaciones, en la misma forma como los necesitados, cuando él estaba en la tierra, se allegaban a él en busca de consuelo. Tenía yo la seguridad de que Jesús comprendía mis tribulaciones y se compadecía de mí” (Notas Biográficas de Elena de White, p. 25).
Es claro que, a pesar de que la Biblia está a disposición para ser estudiada libremente, el concepto de Dios puede variar. Esto se debe al descuido de estudiar superficialmente la Biblia. Nuestras convicciones acerca de Dios, es muy probable que las transmitamos a las nuevas generaciones, por lo tanto, necesitamos sabiduría del cielo para encontrar al Dios de la Biblia, un Dios de amor y perdonador, pero también justo.
Si la forma en que te presentaron a Dios no fue la mejor, debes hacer todos los esfuerzos para que no se repita ese patrón en los que vendrán después de ti. Recuerda que será tu responsabilidad hablarles de la salvación que se encuentra en Cristo. Por otro lado, si la forma en que te presentaron a Dios, y la manera en que lo aprendiste a conocer fue apropiada, debes hacer también todos los esfuerzos para transmitir a las siguientes generaciones quién es Dios.
En conclusión, podemos decir lo siguiente:
- Las exigencias que Dios nos pone son muy sencillas: basta con abrir el corazón.
- Debido a nuestra crianza, podríamos tener un concepto erróneo de Dios que nos aleje de lo que realmente es él.
- La única forma de conocer el carácter de Dios es mediante el estudio de su Palabra y la dirección del Espíritu Santo.
- Muchos han pasado por la experiencia de no conocer del todo a Dios, hasta Elena de White, pero Dios puede iluminarnos para conocer su carácter, personalidad y lo valiosos que somos para él.
Diego Zamora Muñoz
Ministerio Joven – Misión Sur Metropolitana/UCh