La formación de líderes siempre fue una marca registrada del Ministerio Joven, sin embargo, los tiempos y el perfil de la juventud han cambiado de forma acelerada. Por esta y otras razones era de carácter imperativo tener un manual del Ministerio Joven y una guía de orientaciones, un recurso de consulta, un norte más claro a la hora de planificar y ejecutar los proyectos. Este manual contiene las líneas generales de cómo hacer y liderar el Ministerio Joven en los tiempos actuales, así como también despertar la creatividad e innovación de los líderes y sus comunidades locales.
El manual contiene el Programa de Desarrollo de Líderes (PDL), por medio del cual el líder se zambullirá, en diez capítulos, en una jornada de aprendizaje y perfeccionamiento de sus dones. Cada uno de sus capítulos pretende ser también una competencia a ser desarrollada por los líderes de jóvenes en Sudamérica.
Además del manual, otros materiales de apoyo fueron producidos, como video-clases, presentaciones y diversos otros recursos, y todo eso estará disponible en el sitio liderja.com o en la aplicación Líder JA. Además, por medio de las redes sociales se puede enterar de todas las actualizaciones de contenido para los líderes JA.
Ante los desafíos del liderazgo joven, es vital que el anciano de iglesia estudie el material con cuidado, a fin de atender y apoyar de manera más expresiva las iniciativas de esa área.
A continuación, presento la visión general que marca el contenido del manual y el programa de desarrollo de líderes.
Visión General
Siempre hubo preocupación en relación a la espiritualidad y futuro de los jóvenes. Hoy, con todo el cambio cultural traído por la revolución tecnológica en curso, los países y los líderes de iglesia están aún más aprehensivos acerca de la vida religiosa de la juventud. Mientras que muchos dicen que los jóvenes están perdidos, otros creen en el gran potencial de esta generación.
La Iglesia Adventista está atenta también a los cambios y exigencias del mundo contemporáneo. Una prueba de eso es que la transmisión de valores a las nuevas generaciones es uno de los cuatro énfasis de la iglesia en Sudamérica en este quinquenio. Como líderes de jóvenes, suelo ser cuestionado sobre cómo podemos lidiar con los principales desafíos, y qué podemos soñar para ellos y con ellos. Ellos son curiosos, conectados, proactivos, desconformes con las injusticias, adversos a la hipocresía. Todo eso hace que esta generación tenga un gran potencial para involucrarse en movimientos a favor del prójimo.
Por eso, como iglesia, debemos continuar estimulando a cada joven a abrazar el ideal del servicio, pero pautar esa movilización por la intimidad diaria con Dios por medio de la oración, del estudio de la Biblia y la lección de la Escuela Sabática. Creo que el ser siempre precede al hacer.
Esa vida devocional que mueve a los jóvenes a la acción podrá ser estimulada por medio de encuentros semanales presenciales, donde la vida en comunidad pueda ser experimentada. El advenimiento de las redes sociales y el intenso uso que los jóvenes hacen de ellas muestran la sed de esta generación por el relacionamiento. No necesitamos salir de internet, sino intensificar los encuentros personales face to face. En estos, las relaciones se profundizan y los dones se desarrollan, y con una comunión diaria fuerte y relaciones saludables, involucrarse en la misión será algo natural.
Los desafíos de ministrar a los jóvenes son grandes, y uno de los principales es cambiar de una cultura de “consumo de programas” a involucrarse en proyectos de corta y larga duración, especialmente los que tienen foco en la comunidad fuera de nuestra iglesia. Además del impacto social y de evangelización, los proyectos misioneros transforman la mentalidad de los voluntarios al ponerlos directamente en el campo misionero. Ellos descubren que trabajar por la salvación del prójimo los acerca a Jesús. Ellos vuelven con el amor al prójimo aflorado, más generosos y parecidos a Cristo.
Sin embargo, los eventos también tienen su espacio, no como un fin en sí mismos, sino como parte de un todo, como momentos de celebración e inspiración que sirvan para mostrar lo que Dios ha hecho por medio de los jóvenes, motivando a otros a participar teniendo en vista lo que él hará. En este sentido, es importante ver a la juventud como protagonista en hacer parte de la iglesia, y no como meros espectadores. Si nos enfocamos en la misión, la balanza entre eventos y proyectos duraderos estará equilibrada en la dinámica de la congregación local.
Un requisito imprescindible para los líderes del Ministerio Joven es ser y hacer discípulos, proceso cuidadoso en que un grupo de jóvenes es aconsejado y conducido por alguien con más experiencia, que lleva marcas más profundas del caminar cristiano. Para alcanzar ese objetivo, queremos tener más líderes preparados para influenciar esta generación, que usen nuevos métodos con un lenguaje más actual sin perder lo esencial, y que encaren el discipulado uno a uno en pequeñas comunidades como indispensable para un pastoreo intencional.
Los altos índices de apostasía entre los jóvenes son una realidad en el contexto adventista alrededor del mundo. Por eso, el discipulado de las nuevas generaciones no puede ser encarado como una tarea meramente institucional. Sin duda es un desafío colectivo de la iglesia, pero va más allá de eso: es responsabilidad personal. El discipulado no puede hacerse al por mayor, por un decreto o documento. Este involucra pocas personas, pues es artesanal y personal.
Entendemos que la mayor marca de un discípulo de Cristo es el amor (Juan 13:35), y cuando este don de Dios se manifiesta en la vida de alguien, este desborda hacia otros. Es por eso que el discipulado de las nuevas generaciones será efectivo cuando el amor por los jóvenes sea mayor a nuestros propios intereses.
Pr. Carlos Campitelli
Director del Ministerio Joven
División Sudamericana